1 de noviembre de 2008

PEQUEÑA HISTORIA DEL CINE PARA USO DE LOS NIÑOS. JOHN FORD.

Los niños no deben confundir a John Ford con Henry Ford. El segundo era un norteamericano que inventó un modo de explotar mejor a los obreros para luego venderles automóviles a menor precio y que, como estaba aburrido y quería fabricar muchos autos baratos, ayudó a Hitler para que Hitler lo ayudara a él a fabricar más autos baratos. Hitler era un alemán malo que mató muchas, muchísimas personas durante la Segunda Guerra Mundial y como con tanto barullo no se aburría nada, al final no ayudó nada a Henry Ford.

El primero no era norteamericano y ni siquiera se llamaba John Ford.

Se llamaba Sean Aloysius O´Feeney y había nacido en un país llamado Irlanda, que es muy valiente y muy católico. Y él era muy católico, por eso no le gustaba mucho Estados Unidos, pero era pobre y los pobres no siempre pueden elegir donde vivir. Algunos dicen que es “el más norteamericano de los directores de cine” pero el niño cinéfilo no debe hacerle caso a los bobos que quieren confundirlo con frases hechas. John Ford era un hombre de bien. Y los hombres de bien sienten gratitud hacia los que los ayudan cuando andan necesitados, por más estirados e hipócritas que estos sean y no andan lavando trapitos ajenos a la vista.

John Ford parecía un viejo cascarrabias. Y era un viejo cascarrabias. Pero también era un irlandés sentimental. Odiaba a los periodistas. Nunca les daba notas. Y cuando alguno lo atajaba en un pasillo y le decía que era un genio y que sus películas decían cosas geniales y que era el mejor director del mundo, el sólo decía “No tengo la más puta idea de que está hablando” y se iba a seguir filmando, que es lo hacen los verdaderos directores de cine. Y a él le encantaba filmar. Tanto que hizo más de cien películas. En realidad en toda su vida no hizo otra cosa que girar y girar la manivela de la cámara. Además de tomar mucho alcohol, que es otra cosa que hacen siempre los buenos irlandeses y los buenos directores de cine. Si cualquier día un amigo se lo cruzaba por la calle y le preguntaba que estaba haciendo, Ford contestaba “Una película” y seguía de largo, porque no le gustaba mucho hablar y si filmar, y para eso hace falta dedicarle mucho tiempo.

John Ford no era un director que se complicara mucho. Para él las cosas eran claras: lo bueno era la familia, el coraje, el catolicismo, la amistad y la bebida. Y lo malo eran los cobardes, los traidores, los protestantes, los abstemios y las películas aburridas. Y ahí terminaba el mundo, que es más o menos donde termina el mundo.

Sus mejores películas son La diligencia, El hombre que mató a Liberty Valance, Más corazón que odio, El hombre quieto, El último hurra y los demás westerns. Los bobos insisten con Viñas de ira y Qué verde era mi valle, pero eso es porque lo que les gusta a ellos es la sociología y no el cine.

John Ford hizo muchos westerns. Westerns son las películas de indios y cowboys. Ford las hizo desde la primera época, donde los cowboys mataban indios como moscas y tenían razón, hasta la última época en que los indios morían como moscas y los cowboys no tenían razón. Pero a él eso no le importaba nada. Él filmaba hombres valientes de los dos lados que se mataban que daba gusto.

Muchos personajes suyos son muy tristes. Por ejemplo John Wayne en Más corazón que odio, que es el héroe y pelea contra los indios y rescata a su sobrina raptada, pero al final nadie lo quiere y le cierran la puerta en la cara. O Henry Fonda en Fuerte Apache que es un cabezadura y prefiere morir peleando como un tonto con sus soldados a huir y esperar que lo vengan a salvar otros. Ford quería mucho a estos personajes valientes como irlandeses que elegían no quedarse en su casa calentitos y seguros y que salían al monte a tirotearse con indios cimarrones para proteger a sus familias y a sus amigos.

Nunca fue a un festival de cine. Ni siquiera sabía que existieran. Y si lo sabía hacía como si no supiera y seguía filmando. Una película, dos, tres por año. Recién había terminado de filmar una y ya empezaba con la otra. Algunas ni siquiera las miraba terminadas. “¿Para qué verla? Yo filmé lo necesario. Lo único que hay que hacer es pegar los pedazos y ahí está la película” decía y algunos no le creían.

Cuando ya era muy grande se le empezaron a acercar muchos aspirantes a director de cine. Iban a ver como filmaba. Intentaban que les contara sus secretos, lo filmaban, lo corrían con anotaciones en sus cuadernos. El solo decía: “Filmen”. y les daba vuelta la espalda. En los días que estaba de buen humor les daba consejos con cara muy seria y después solo en su casa se divertía de lo lindo.


El niño cinéfilo debe ver por lo menos veinte de las películas que hizo Sean Aloysius O´Feeney. Si no lo hace tendrá prohibido llamarse niño cinéfilo. Y sus maestros podrán castigarlo, ponerle orejas de burro y mandarlo a un rincón a escribir una crítica sobre el último descubrimiento del cine tailandés.

2 comentarios:

FABIAN SLONGO dijo...

Rescato, como un feliz hallazgo, lo dicho acerca de donde terminaba el mundo para Ford y tu aseveración de que en realidad -más o menos- ahí termina.
Agrego lo que dice Wood respecto a la importancia de la tradición en el cine Fordiano: "La tradición -que ofrece una definición de hombría que incluye lealtad, galantería e iniciativa personal, junto con cortesía y consideración por la mujer como representante de los valores civilizados- ennoblece a todos los que se someten a su influencia y a su disciplina"

La tuya, me parece, es una gran idea para un libro. Perseguila.
Gran abrazo.
Fabián.

FABIAN SLONGO dijo...

lo bueno era la familia, el coraje, el catolicismo, la amistad y la bebida. Y lo malo eran los cobardes, los traidores, los protestantes, los abstemios y las películas aburridas. Y ahí terminaba el mundo, que es más o menos donde termina el mundo.

Efectivamente, más o menos ahí termina el mundo.
El estilo que le imprimís a tu prosa es delicioso. Lo que escribís tendría que funcionar muy bien en forma de libro. Perseguí a fondo la idea de publicarlo. Un comprador ya tenés.
Abrazo. Mucha suerte.